FRAY LUIS DE LEÓN, SÍMBOLO DEL RENACIMIENTO ESPAÑOL

Si hay una figura que está íntimamente ligada a la imagen de la dorada Salamanca del siglo XVI y su célebre Universidad es la de fray Luis de León -de hecho, una estatua de bronce se levantó en su honor el 25 de abril de 1869 en el Patio de Escuelas-. Por eso, no es de extrañar que su nombre resuene por toda la ciudad, como es el caso del Colegio Mayor Fray Luis de León, que da la casualidad de que hoy cumple 70 años desde su inauguración. Y, por supuesto, no podía faltar su recuerdo en una de las aulas de Tía Tula Colegio de Español. Ahora bien, ¿qué es lo que tiene este personaje para situarse en un lugar destacado dentro de la literatura española?

A pesar de su vínculo con Salamanca, Fray Luis de León no ha nacido aquí, sino lejos, en Belmonte (Cuenca) en 1527.  De ascendencia judía, es hijo del abogado y letrado de Corte, Lope de León, y de Inés Varela. Como su tío Francisco de León era catedrático de Leyes en la ciudad del Tormes, el pequeño Luis es enviado aquí con tan solo 14 años para comenzar sus estudios. Aunque pertenecía a una familia bien situada de juristas, su inclinación era otra: el joven debió sentir la llamada de la vocación religiosa porque, nada más llegar, ingresa en el convento de los agustinos. El 29 de enero de 1544, con 17 años, profesa de agustino junto con otros novicios y, a partir de ese momento, va a recibir la formación académica necesaria para convertirse en profesor universitario.

Inicialmente cursa los estudios de Artes (Gramática latina, Lógica, Filosofía Moral y Natural), necesarios para acceder a una de las titulaciones superiores (Teología, Medicina, Leyes, Cánones). En 1546 se matricula como estudiante en la Facultad de Teología, donde cursará sus estudios a la par con el ejercicio de la docencia en conventos de la propia orden. Además, completó sus estudios con un curso en la facultad de Teología de Alcalá, donde la figura de Cipriano de la Huerga será clave en su aproximación a la escritura humanística. Finalmente, en 1560 obtiene los títulos de licenciado (licentia docendi) y de maestro (doctor) en Teología, guiado y apadrinado por el maestro Domingo de Soto

Opositó enseguida, junto a su amigo Gaspar de Grajal y otros 5 aspirantes, a la cátedra de sustituto de Biblia. No tuvo suerte, pero sí que logra la cátedra de Santo Tomás en 1561 y la de Durando en 1565. Mientras estaba en esta última ocupación fue detenido por la Inquisición y encarcelado durante casi cuatro años (1573-1576) a causa de su Comentario al Cantar de los Cantares (1561), traducción al castellano del texto bíblico, entonces prohibido. Aunque en 1578 ganó la cátedra de Filosofía Moral, su máxima aspiración profesional era, sin embargo, alcanzar la cátedra de Biblia, la que pudo desempeñar desde 1579 hasta su muerte.

Catorce años de preparación universitaria y once de docencia hicieron de fray Luis a esa altura de su vida un gran escolástico, como evidencian los tratados teológicos latinos que de él se conservan: De Incarnatione, De Fide, De Creatione rerum... Y así hasta más de una veintena de diversa extensión. Por tanto, fue un gran humanista de espíritu cristiano y muy buen conocedor de los clásicos latinos que destacó, ante todo, como prosista castellano. Su conciencia estilística, que se manifiesta en los efectos rítmicos que introdujo en este género, y su empeño por conseguir un lenguaje cuidado y natural lo convierten en un escritor fundamental para la consolidación de la prosa castellana. Así, pues, su primera gran obra en español y una de las cumbres del Renacimiento vio la luz en 1583: De los nombres de Cristo, un conjunto de diálogos eruditos por parte de tres frailes agustinos (Marcelo, Juliano y Sabino) que constituyen una auténtica summa de la teología humanista

Mención especial también para La perfecta casada, publicada en ese mismo año, que es un comentario del sentido moral del capítulo 31 del libro de los Proverbios. Y la Exposición del libro de Job, un comentario bíblico cuya terminación le llevará el resto de su vida, ya que firma los últimos capítulos en marzo de 1591, y la muerte lo sorprende en agosto.

Pasará sus últimos años atendiendo comisiones y encargos de gestión universitaria; por ejemplo, la reforma de los estudios de Gramática, la reforma del calendario o censuras de libro. En este sentido, llevó a cabo la labor de editor y crítico textual de las obras de Teresa de Jesús. La salud de fray Luis se ve debilitada en 1591, probablemente por un tumor, provocando su fallecimiento el 23 de agosto en Madrigal de las Altas Torres y, como no podía ser de otra forma, fue enterrado en el convento salmantino de San Agustín


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