Con motivo de la celebración del
Día del Libro, vamos a hacer énfasis sobre la figura de
Miguel de Cervantes Saavedra, uno de los grandes genios de la literatura
universal
cuya obra marcó un antes y un después en la historia. Y, como no podía ser menos,
una de las aulas de Tía Tula Colegio de Español, lleva su nombre.
Considerado el
máximo exponente de la literatura española, nació en Alcalá de
Henares entre el
29 de septiembre (día de San Miguel) y el
9 de octubre de 1547, fecha en que fue bautizado en la parroquia de
Santa María la Mayor. Era el cuarto de los siete hijos del matrimonio entre
Rodrigo de Cervantes y
Leonor de Cortinas que, según
Américo Castro, tenían
antecedentes “conversos” (judíos obligados a convertirse en
cristianos desde 1495).
A pesar de que su familia no gozaba de una buena situación económica, su
padre siempre se preocupó por su educación, de ahí que ingresase en un
colegio de jesuitas, al que pudo asistir en Valladolid, Córdoba o
Sevilla. Cervantes era un
ávido lector y aficionado a las representaciones teatrales de las
que más tarde él mismo sería autor sobresaliente. No se sabe con certeza
si este autor llegó a estudiar en Salamanca, pero lo que sí sabemos es que
en Madrid fue alumno del catedrático de Gramática
Juan López de Hoyos, quien en 1569 publica un libro en honor a Isabel de Valois
(tercera esposa de Felipe II).
Este momento va a ser decisivo en la vida de Cervantes, pues es cuando
comienzan sus andaduras como escritor
tras la incorporación de cuatro composiciones poéticas en dicho libro.
Este mismo año también
fue condenado a la amputación de la mano derecha públicamente y a
ser desterrado por diez años
después de herir a un tal Antonio de Sigura. En consecuencia,
huye a Roma donde estuvo al servicio del joven cardenal
Acquaviva.
Pero pronto abraza la carrera de las armas, en una fecha incierta,
aunque parece situarse en el verano de 1571, alistándose en la compañía de Diego de Urbina, en la que ya militaba su hermano Rodrigo. Esta decisión le llevó a vivir
la batalla de Lepanto: la mayor batalla naval de la historia occidental
donde las tropas de Juan de Austria vencieron a los turcos. Sin embargo,
Cervantes no salió tan airoso de este enfrentamiento debido a que
le provocó varias heridas en el pecho y
su mano izquierda quedó inutilizada; de ahí el sobrenombre que le
daría la posteridad: «El manco de Lepanto». Este suceso le marcó
hasta el punto de hacer referencia a él muy orgulloso en el prólogo a la
Segunda parte del Quijote. Después regresa a España para conseguir el
premio por sus servicios:
unas cartas de recomendación de don Juan y del duque de Sessa, las
cuales salvarán su vida
de las manos del corsario Arnauti Mamí, pero también serán las
culpables de su largo cautiverio. Este personaje, creyendo que
Cervantes era una persona de condición elevada lo hizo prisionero,
junto a su hermano Rodrigo, en Argel. Allí pasó 5 años que dejará profunda
huella en su trayectoria literaria, y muy especialmente en sus comedias de
ambiente argelino -Los tratos de Argel y Los baños de Argel- así como en
el cuento del Cautivo, interpolado en la Primera parte del Quijote. Tras
varios intentos de huida, por fin, consigue liberarse el 19 de septiembre
de 1580.
A su vuelta a España debe empezar de cero; no podía ser soldado por
su edad, pero tampoco podía dedicarse a las letras porque
no era conocido ni tenía ningún libro publicado; así que recurre a
otros trabajos para poder ganarse el pan.
El 14 de junio de 1584 vio la luz su primera obra importante:
La Galatea, una novela pastoril con la que obtuvo 1.336 reales y bastante
éxito, animándole a escribir más comedias. No cabe dudas de que
hasta la fecha Cervantes solo
era un mero aficionado a la poesía
y, pese haber publicado un sinfín de obras (entre ellas la que le dio la
fama: El Quijote), los problemas económicos no desaparecían.
La pobreza le acompañará hasta el día de su muerte (el 22 de abril de
1616) donde la Venerable Orden Tercera se tuvo que hacer cargo de su
entierro.
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha
Cervantes escribió una gran cantidad de obras teatrales, novelas cortas
y poemas (entre las que destacan sus Novelas ejemplares,
Los trabajos de Persiles y Sigismunda y La Galatea),
aunque ninguna alcanzó la fama y el reconocimiento de
El Quijote. En 1605 se publicaba en Madrid la primera parte de
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha y, desde
entonces, estas palabras resuenan en las cabezas de todo el mundo:
“En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme no ha
mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga
antigua, rocín flaco y galgo corredor”. La segunda parte, en cambio, no apareció hasta 1615 con el título
de
El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha.
Considerada la primera novela moderna y polifónica, relata las
aventuras y desventuras de Alonso Quijano, un anciano de origen noble
que, enloquecido por la lectura de tantos libros de caballerías,
decide hacerse caballero andante. Para ello,
necesita un fiel escudero que lo acompañe en sus hazañas; el elegido
es Sancho Panza, un campesino pobre e ingenuo que accede bajo la
promesa de convertirse en gobernador de una isla. Pero también es muy
importante encontrar una amada a la que dedicarle sus victorias: por
Dulcinea del Toboso vive; aunque en realidad es
Aldonza Lorenzo, una campesina que a ojos del protagonista es una
hermosa princesa. Ahora que ya tiene todo, está listo para emprender su
camino de la mano de Sancho, dejándonos con episodios tan divertidos como el
de los molinos. ¡No os haremos más spoilers!
Aquellos que quieran conocer la historia, os invitamos a leer el
libro.
El Quijote ejerció una gran influencia sobre la
narrativa europea (antes incluso que sobre la española), alcanzando
además una gran repercusión en la propia historia del arte. Múltiples
son las manifestaciones artísticas que,
tanto dentro como fuera de España, se han basado en este libro. Por
ejemplo: Don Quijote en su biblioteca (1824) de Eugène
Delacroix, Don Quijote (1868) de Honoré, o los tapices
encargados por Felipe V a la Real Fábrica de Tapices de Madrid. Sin embargo,
la obra y su protagonista han sido una
fuente inagotable de inspiración para el mundo del cine internacional y
español. Así, encontramos la versión favorita de los cinéfilos:
Don Quijote, dirigida en 1933 por Georg Wilhelm Pabst. En 1978 tuvo un enorme
éxito la serie de animación de Televisión Española:
Don Quijote de La Mancha del notable Cruz Delgado –hoy por hoy
una de las más conocidas–. Finalmente, se han realizado
documentales más recientes como
El Ensueño de Don Quixote (2015) de Vicente Serrano o
Las mujeres de Cervantes (2016) de Rafael Alcázar.
No es de extrañar, por tanto, que El Quijote sea la
obra cumbre de la literatura universal porque, a pesar de tener más
de 400 años a su espalda, jamás ha perdido su vitalidad y frescura llegando
a traducirse a más de 140 idiomas.
Conoce otras aulas de Tía Tula que llevan el nombre de grandes artistas españoles:
Fuentes:
Imágenes:
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