Desarrollo profesional de profesores de lenguas extranjeras (2 de 2)


Otra cuestión que debe tenerse muy en cuenta es que el profesor no puede dar nada por sabido o por conocido por parte del alumno cuando aborda un nuevo tema; no si antes no ha sido trabajado en clase. Da igual la similitud que pueda haber entre el idioma nativo del alumno y el de estudio; a veces, esta misma cercanía, hace que el alumno aprenda erróneamente. El profesor, cuando describe el idioma, debe hacerlo desde el punto de un "constructor de conocimiento", de lo más básico a lo más complejo, consiguiendo que en cada nivel el alumno pueda asimilar (sentir) ese concepto para, así, llegar a usarlo con corrección.
Siempre, insistamos en ello, de una manera eminentemente práctica, que resulte atractiva al alumno.

Por último, el profesor debe poder valorar y evaluar el proceso de aprendizaje del alumno de una manera objetiva. Al hacerlo, tendrá que ser capaz de identificar cuándo el alumno desconoce o comete errores en el idioma por un bajo nivel de estudio y cuándo lo hace por una mala explicación del profesor. En el primer caso, el profesional de la enseñanza tendrá que buscar los medios necesarios para poder motivarlo; en el segundo caso, tras la autocrítica, tendrá que corregir ese error para evitar transmitirlo.

¿Cómo conseguir todo esto? Como ya se ha apuntado, el profesor es un "cirujano y constructor" en constante formación. Un profesor puede dar clases a alumnos de distintas edades: niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos. Lo primero que debe hacer por tanto al enfrentarse a un grupo, es identificar la edad y los diferentes intereses del grupo y a continuación adaptarse a ese medio, el medio del grupo, usando recursos que para el grupo pueden resultar conocidos: medios técnicos, culturales, etc. Por esta razón (entre otras) una de las tareas continuas propias del desarrollo profesional de un profesor es estar al tanto de las nuevas tecnologías. No se trata de convertirse en un experto en nuevas tecnologías sino de saber usar estas nuevas tecnologías y adaptarlas a los propios intereses. Aunque a veces resulte particularmente difícil seguir el ritmo de ciertos avances, el profesor debe siempre poder valorar la utilidad de estos y llegar a gestionarlos adecuadamente. Debe evitar descolgarse de la realidad en que vivimos, de la realidad en que pueden vivir sus alumnos. Internet por ejemplo nos permite estar continuamente informados y utilizar, siempre que lo deseemos, material real, muestras verdaderas de la lengua sobre cualquier tema y en cualquier formato, textos escritos, audios, etc. También permite realizar cursos online: nos permite impartir cursos de idiomas a nuestros alumnos y nos permite recibir nosotros cursos de formación o reciclaje. Es decir, ya no solo hablamos de la técnica al servicio de la enseñanza, sino también del aprendizaje propio. Internet es proveedor y facilitador de medios para la enseñanza. Y si juntamos todas estas posibilidades, un curso para profesores podría por ejemplo enseñarnos a encontrar muestras reales de lengua y saber cómo usarlas y, en caso de ser necesario, cómo adaptarlas a niveles bajos del aprendizaje.

Hablemos también de los cursos de formación y reciclaje de profesores, como otra vía lógica de mejora en el desarrollo profesional de un profesor. ¿Qué aportan los cursos de formación y reciclaje? A un profesor sin experiencia le enseñarán a estructurar, entender y transmitir los conocimientos necesarios para el aprendizaje del idioma. Aprenderá qué tiene que enseñar, cómo, cuándo... Adquirirá la capacidad de analizar el idioma de manera científica, lo que le permitirá después enseñarla de forma consciente. Además, revisará materiales, valorará el uso de los diferentes medios (técnicos o no) a su alcance, escuchará experiencias que podrán servirle en el futuro, etc. A un profesor que cuente ya con una experiencia docente previa, estos cursos le servirán para compartir esta experiencia con otros profesionales de la enseñanza, que a su vez le aportarán la suya propia. Podrá valorar las actividades realizadas en los cursos y aprenderá de sus tutores (y también de sus compañeros) nuevas técnicas, nuevos materiales y nuevos medios. Si además estos cursos se realizan en países que tienen por lengua oficial el idioma que enseña el profesor, el aporte será todavía mayor: se juntarán una saludable inmersión lingüística en el idioma con la toma de contacto con profesores nativos del país, acostumbrados a enseñar a estudiantes de diferentes nacionalidades y poseedores por ello de una visión más global de la enseñanza del idioma.

Y estas, la tecnológica y la formativa continuada, son solamente dos vías posibles para el desarrollo profesional del profesor. Debe apelarse al necesario espíritu reflexivo y receptivo del buen profesor para esperar de él que las siga y que descubra otras nuevas. Estará en el buen camino hacia un desarrollo profesional adecuado. Porque aquí, más que nunca, puede decirse que en el camino está la meta.

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