Lunes de Aguas


Comiendo hornazo en el Lunes de Aguas salmantinoEl Lunes de Aguas es una fiesta tradicional local de Salamanca, tal vez la más destacada y querida por la gente de aquí. La tradición consiste en salir al campo, o bien ir a la orilla del río dentro de la ciudad, para comer o merendar, con los amigos y/o la familia. La comida típica, estrella del día, es el hornazo, una especie de empanada rellena de productos típicos de la gastronomía salmantina como chorizo, lomo, huevo, etc., recubierta por una fina malla de masa. Se suele combinar con empanadas (más finas) de diversos sabores (atún, jamón y queso...), tortillas y bocadillos, y se suele acompañar todo ello con vino, cerveza y refrescos.

Imágenes habituales de este día son, por la mañana, grupos de jóvenes cargados con bolsas de comida y bebida yendo de un lado para otro y colas interminables en las pastelerías - en busca del hornazo de turno -, y por la tarde, calles desiertas y vacías en el centro de Salamanca y gente y más gente en los parques y zonas verdes de la ciudad y de la provincia, comiendo y jugando en grupos, sentados sobre la hierba. Luego ya al anochecer, embotellamiento de tráfico para entrar en la ciudad y caos en las estaciones de autobuses y trenes, por la gente joven que vuelve también. Muchas veces la lluvia hace triste acto de presencia y estropea un poco el plan - es normal, es principio de primavera -, pero no ha sido así este año, afortunadamente.

El origen de esta tradición es el siguiente: antiguamente en Salamanca, regida en su moral y costumbres como el resto de España por una severa religión católica, se expulsaba de la ciudad a las prostitutas durante el periodo de cuaresma que precede a la Semana Santa. Se las echaba al otro lado del río y allí permanecían esos casi dos meses alojadas en la Casa de la Mancebía construida para este fin a finales del siglo XV y gobernada por el llamado Padre Putas, religioso de fama local. El lunes siguiente al Lunes de Pascua, el veto y exilio terminaba y los estudiantes y hombres de la ciudad - supuestamente sólo los solteros...-, cruzaba el río en barcas para ir a buscarlas y merendaban con ellas a orillas del Tormes, fundamentalmente hornazo y vino.

Evidentemente la parte de la tradición correspondiente a las prostitutas se ha dejado atrás y ha quedado sólo la parte que corresponde a la merienda campestre. Deformando un poco la famosa cita de Cicerón: otros tiempos, otras costumbres. Pero el mismo hornazo, eso sí. (¡Y que no falte!).

Como podéis ver en la foto de arriba, en Tía Tula lo celebramos con nuestros alumnos cumpliendo escrupulosamente, para empezar, con la primera norma de esta festividad: sentarse en grupo sobre la hierba a comer el hornazo. Damos fe de que les encantó tanto la tradición como el hornazo en sí. Estas cosas, ya se sabe, son universales.

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