Muerte de Miguel Delibes


Miguel DelibesEl mundo de las Letras Españolas llora la muerte de uno de sus más grandes autores contemporáneos: Miguel Delibes. España entera lo está llorando. Se trataba no solamente de un escritor magnífico, excelso, sino de un hombre muy querido por el pueblo: querido por encarnar de forma ejemplar las mejores virtudes atribuidas al castellano medio - sencillez, sobriedad, transparencia -; querido por ser, simplemente, un hombre bueno.

Tanto su obra como su recorrido profesional (fue periodista además de escritor), nos hablan de su amor por la naturaleza, por su tierra y por el campo, y de su sensibilidad hacia las gentes que lo pueblan; particularmente, claro está, de las más humildes.

A menudo se ha dicho que Delibes era el maestro de la escritura sencilla. Es un mito que no se ajusta del todo a la realidad: la maestría de Delibes surge más bien de su capacidad para reflejar como nadie el habla de las gentes de los pueblos y las calles de la España del siglo XX, registrándola con la precisión del magnetófono, y de hacerse entender sin dificultad manejando a la perfección un castellano culto pero limpio de alharacas o adornos innecesarios. El contraste entre un registro y otro se presenta de una manera natural, sin fisuras ni estridencias, y forja un estilo único. Por otro lado sus historias son tan profundamente humanas como entretenidas. El lector asiste así al placer doble de degustar una literatura que sabe y siente elevada, de la mano de historias que lo emocionan, conmueven y enriquecen.

La obra de Delibes recorre y refleja no solamente la España rural del franquismo sino también el éxodo del campo a la ciudad de este siglo pasado, la burguesía urbana de la segunda mitad de la dictadura y la perspectiva de la transición española a pie de campo y calle, con el trasfondo permanente de los conflictos sociales y políticos propios de nuestro país. Ideas recurrentes en sus escritos son el latifundismo del campo - con la lucha de clases aneja -, la caza (afición personal del autor que le sirve para canalizar su ecologismo vital, su amor por la naturaleza al margen de los hombres) y la muerte, presente desde su primera novela y protagonista intermitente en toda su obra.

La lista de sus obras maestras es interminable (en esto se diferencia también de los otros dos grandes novelistas de la España de la posguerra, Camilo José Cela y Francisco Umbral: poco prolífico el uno y prolífico en exceso - y por ello tal vez algo diluido - el otro): "La sombra del ciprés es alargada" (1947), "El camino" (1950), "Mi idolatrado hijo Sisí" (1953), "Diario de un cazador" (1955), "La hoja roja" (1959), "Las ratas" (1962), "Cinco horas con Mario" (1966), "La mortaja" (1970), "El príncipe destronado" (1973), "Las guerras de nuestros antepasados" (1975), "Los santos inocentes" (1982), "377A, Madera de héroe" (1987), "Señora de rojo sobre fondo gris" (1991), "El Hereje" (1998)... Muchas de ellas han sido ya llevadas al cine (con especial fortuna "Los santos inocentes", por parte de Mario Camus) y muchas de ellas son de lectura obligatoria en la enseñanza secundaria de nuestro país, así como en la enseñanza del español en el mundo entero (por ejemplo en Rusia, donde la veneración por el autor vallisoletano es notable y llamativa). Tal vez su sitio en la Literatura Universal haya que buscarlo más bien ya entre nombres como el de Benito Pérez Galdós o el de su tocayo Miguel de Cervantes.

Muchas veces sonó como candidato destacado para ganar el Nobel de Literatura. Siempre se deseó desde aquí. Sin embargo, una y otra vez se le negó y este olvido con el tiempo se identificará más como un descrédito de la academia sueca que como un demérito del propio escritor castellano.

Ha sido criticada también - y creemos que también con razón - la ausencia de la Familia Real Española en los funerales y actos de homenaje de estos últimos días, multitudinarios como reflejo del cariño de la gente hacia éste, su último gigante de las letras. Desde Tía Tula, dedicados como estamos a la enseñanza del español, la lengua que tanto amó y por la que tanto ha hecho Miguel Delibes, nos sumamos a esos homenajes con la lectura de extractos de sus escritos en todas nuestras clases.

Descanse en paz el hombre y nunca su obra.

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